El gobernador del interior y la calidad institucional

Delegar facultades de arriba hacia abajo suele ser una actitud poco frecuente en la política argentina. En términos políticos, brinda mejores rendimientos de corto plazo "sentarse sobre la caja" y administrar reverencias como único criterio para asignar recursos. La gestión Figueroa parece entender que empoderar es empoderarse. De allí que el "orden" asuma la forma de la claridad institucional y que los intendentes y delegados regionales se transformen en actores clave de las nuevas bases del Estado provincial. La descentralización neuquinizante comienza a tomar forma.

Algunos datos ilustran el nuevo formato. Esta semana, delegados regionales comenzaron a trabajar en la construcción de consensos por zona para priorizar obras y necesidades. Los municipios absorben responsabilidades en prevención y atención primaria de salud. Y hasta existe un esquema sistematizado de obras para discernir entre urgencias y proyectos de mediano plazo. Es un camino hacia la calidad institucional que pretende reemplazar la vieja usanza del reparto discrecional y el poder concentrado en la provincia. ¿Significa esto delegar poder? "Se trata de establecer procesos y optimizar recursos": es la definición que lanzan los consultados del primer círculo gubernamental. Alentar "la construcción de abajo hacia arriba" suele ser el temor de quienes viven el poder con titubeos.  Figueroa no demuestra ser el caso. El poder no está en mandar sino en escribir las reglas. Una fórmula tan vieja como poco aplicada en la política provincial.

El gobernadore del interior...

Un círculo vicioso que supo encantar a cada mandatario fue atender reclamos según lo abultado del padrón electoral. De allí que los desequilibrios territoriales sean cada vez más profundos en la provincia. Rolando Figueroa muestra en cambio una debilidad especial por el interior profundo. "Hay que escuchar los silencios de quienes no pueden hacer llegar sus necesidades" expresó el mandatario durante la presentación del programa de Regionalización Provincial en el espacio Duam. "La provincia tiene desequilibrios económicos, demográficos y de infraestructura" argumentó el jefe de gabinete Juan Luis Ousset, estratega principal del rumbo del gobierno.

Tal vez por ello al gobernador se lo ve mucho más a gusto en un encuentro con representantes de sociedades de fomento que en las oficinas de alfombras y techos altos habitados por las altas jerarquías. Si las pretensiones salen como se espera, la provincia debería dejar de ser una estancia para transformarse en una trama institucional más ordenada. "Lo que va a tener que hacer es reeducar a la política" resumió un testigo vivo de aquellas viejas charlas de café en las cuales se analizaba la política antes de la era digital. El verdadero desafío.

Todo cuesta plata...

Quizá porque necesita construir mayorías en la legislatura, el gobierno se muestra algo benevolente a la hora de detallar la herencia recibida. Lo cierto es que Neuquén está fundida. Tiene sus activos, claro, estamos sobre una de las formaciones geológicas más cotizadas del mundo. Pero los pasivos financieros y en infraestructura son abismales. "Cuatro mil millones de dólares" es el número que el propio gobernador calculó para poner al día la infraestructura en la provincia. Un puntilloso conocedor de la obra pública, el diputado Guillermo Monzani, se mostró alarmado ante el retraso de la ejecución en la materia. Nadie termina de ponerle nombre propio a la deuda, aunque todos coinciden en el diagnóstico: una provincia rica, fundida y aletargada en sus concreciones.

De allí que los argumentos en la legislatura se parecieron a lo obvio. A excepción de los diputados kirchneristas que exploran su propio destino, el resto de los legisladores acompañaron una autorización de deuda por 500 millones de dólares. Ciento cincuenta para pagar vencimientos de deuda, trescientos cincuenta para empezar a poner al día los ladrillos. "La provincia entera es un gran puente de La Rinconada" ilustró en off un legislador antes de entrar al recinto. Habrá tiempo para detallar las causas de la situación y no volver a recorrer la misma lógica. Por ahora, la gestión neuquinizante cuenta con un espaldarazo para que la calidad institucional se vaya transformando en ese tangible que anida para siempre en la retina y la experiencia de los ciudadanos: la obra pública.

El gobierno nacional...

La política nacional vuelve a resignar los extremos. El presidente Milei tuvo que intervenir el desregulado mercado de las prepagas, le dijo al empresariado que "hay que poner las pelotas e invertir", cedió buena parte de la reforma laboral ante el sindicalismo, se hizo el desentendido sobre el "castásico" aumento de dieta de los senadores y va camino a restaurar el impuesto a las ganancias. Nada parecido al anarco-capitalismo libertario que supo conquistar a las mayorías.

Se trata de una típica moderación que los gobiernos recorren tras los primeros meses de gobierno. Los extremos discursivos que ofrecen chances electorales incluyen el efecto boomerang para quienes alcanzan la responsabilidad de gobernar. Es el caso de la prédica libertaria que comienza a reencontrarse con la distancia entre la teoría y la práctica. En el medio, la tolerancia social pone a prueba su elasticidad mientras abona tarifas entre difíciles e impagables, ajusta su nivel de vida y descubre que la búsqueda del déficit cero incluye la compra de aviones militares y el buen pasar de los integrantes de la cámara alta del congreso nacional.

Todo pende de un índice. La inflación cede ante la falta de consumo y sostiene la legitimidad de un gobierno que depende casi exclusivamente del sostenimiento de ese estandarte. La política nacional ingresa en una nueva etapa, la claridad de los posicionamientos pierde nitidez y las posibilidades de la oposición, aun desmantelada por los internismos y la falta de autocrítica, encuentran una pequeña nueva posibilidad.