A casi dos años del asesinato, comenzó el juicio contra Pablo Parra
La joven de 19 años fue brutalmente golpeada y el último en verla fue Pablo Parra, su vecino varios años mayor, el mismo que estaba obsesionado con ella.
El caso de Agustina Fernández sigue dando que hablar en Cipolletti, ya que este lunes, luego de casi dos años, comienza el juicio contra Pablo Parra. La modalidad será un juicio por jurado que determinará si Pablo Parra es el culpable del femicidio de Agustina Fernández. Serán 11 jornadas y se espera que finalice el 17 de mayo.
La joven de 19 años fue brutalmente golpeada y el último en verla fue Pablo Parra, su vecino varios años mayor, el mismo que estaba obsesionado a tal punto de no aceptar un "no" como respuesta a su intención de comenzar un noviazgo.
Este lunes comenzó a ser juzgado por un jurado popular que, en caso de considerarlo culpable, la única pena que le cabe por el femicidio es la prisión perpetua.
Agustina llegó con todas las ilusiones a la localidad de Cipolletti, donde comenzaba la carrera de medicina. Sus sueños se truncaron aquel 2 de julio de 2022, aunque su muerte llegó cuatro días después, cuando su corazón dejó de latir y los médicos del Incucai se llevaron los órganos que le dieron vida a varias personas.
Cómo estaba previsto, a las 8.30 comenzó el debate. El acusado ingresó esposado y los policías que lo trasladaron lo acompañaron hasta el banquillo de los acusados, dónde se sentó al lado de su abogado defensor Juan Manuel Coto.
El pasado viernes se realizó la elección de los 16 personas que conforman el jurado popular que deberá decidir sobre la suerte de Parra. Aunque sólo 12 serán los que votarán cuando el juicio llegue a su fin, el resto deberá estar presente en cada una de las 11 audiencias en la que pasarán 115 testigos en carácter de suplentes.
El único acusado es Parra, un petrolero que vivía en la planta baja del complejo de Confluencia al 1300 de Cipolletti, en el barrio Sillón Encantado. Agustina llegó de La Pampa para estudiar medicina y apenas alquiló en el primer piso, su vecino de abajo se mostró muy servicial. Incluso, ella tenía llave de su departamento, al que concurría con frecuencia porque usaba el lavarropas de él.
Algunas versiones indican que entre ellos existió una historia, pero a ella no le interesaba formalizar ninguna relación. Ni con él ni con nadie. La gentileza de Parra mutó con el paso de los meses a obsesión: la llevaba a la facultad y al gimnasio. Incluso, ella le dijo a sus compañeras que estaba "cargoso". Y se agravó aún más cuando comenzó a ver a otro chico, bastante más joven, quien era mozo de una cervecería que frecuentaba.
En los días previos al crimen, Parra fue por todo. Le regaló un anillo y reservó una cabaña en San Martín de los Andes para que vayan juntos. Ella no quiso aceptar nada. Con esa negativa a cuestas, el sábado 2 de julio de 2022, el petrolero estuvo muy pendiente de lo que sucedía en el departamento de arriba.
Ella pasó toda la siesta junto al joven con el que empezaba a frecuentarse, tuvieron relaciones sexuales y los vecinos confiaron que se escuchaba todo desde los otros departamentos.
Parra esperó que Agustina baje a abrirle al joven, allí se acercó a ella y la invitó a cenar. Ella aceptó y él salió del complejo con la excusa de devolverle una parrilla a su papá y comprar algunas cosas para la cena. Su versión de la historia cuenta que regresó más de una hora después, apagó las luces de su cupé Hyundai antes de llegar. Entró a su vivienda y la encontró tirada en el piso en medio de un charco de sangre. Gritó y pidió ayuda a un vecino, quien llamó a la Policía.
La escena no se preservó. Todo parecía ser un robo y la prioridad era atender a la joven, que trasladaron al hospital Pedro Moguillansky.
El panorama era el peor y se confirmaba que el diagnóstico era irreversible y tenía muerte cerebral. Desde ese momento, arrancó el proceso de ablación para donar sus órganos.
En el hospital, los padres de la joven se cruzaron con Parra, que intentó acercarse, pero la madre se negó a hablar. Una corazonada le indicó que el petrolero algo tenía que ver con el ataque a su hija. Para la Policía siempre fue sospechoso, pero la fiscalía se negó sistemáticamente a detenerlo. Su coartada era precisa, milimétrica. Los horarios coincidían y tenía comprobantes de las compras realizadas con tarjeta de débito en una heladería y en el mercadito del barrio, donde compró dos cervezas Corona.
Absolutamente perdidos, los investigadores hurgaron en varias líneas. Apuntaron contra un malabarista que hacia destrezas con clavas en un semáforo y hasta hicieron un identikit y ofrecieron una recompensa de 1 millón de pesos. Nadie respondía a esas características. Pero sirvió para frenar un tanto la bronca de la sociedad cipoleña, que nuevamente salió a las calles para pedir justicia por otro femicidio.
Sin noticias del malabarista del identikit, la madre, desesperada y sin más herramientas para reclamar, convocó a una medium de dudosa reputación, que hizo un show en el departamento donde la atacaron a Agustina. Apuntó contra Parra. Recién más de 6 meses después, detuvieron al vecino, quien ya vivía en el centro en un departamento en el barrio San Pablo, donde cayó la Policía y los miembros de la fiscalía. Secuestraron la cupé Hyundai y lo alojaron en la Comisaría 4°. Un día después, el 23 de diciembre de 2022, lo acusaron de femicidio.
La teoría planteada por el Ministerio Público se sostiene en un trozo de tela de un buzo que tiene ADN del petrolero. Fue secuestrado de un alambre concertina colocado sobre el paredón del complejo. El que linda contra una obra en construcción y por el que se puede acceder al departamento de Parra, donde Agustina lo esperaba para cenar.
El fiscal Martín Pezzetta planteó que Parra salió, pero en vez de dirigirse directamente a lo de su padre, dejó su auto estacionado a 600 metros, cerca del hospital, y volvió caminando al complejo. Ingresó por la obra en construcción, saltó al patio interno y entró por un ventanal a su propio departamento. Atacó a Agustina mientras ella miraba televisión.
Hubo una discusión, ella se quiso ir y el le apretó la mano con la puerta, con tanta fuerza que le provocó una fractura. Luego, la arrojó al sillón y continuó con los golpes. Ella cayó al piso y también fue golpeada mientras ya estaba inconsciente.
La joven de Santa Rosa quedó tirada en el piso, en medio de un charco de sangre, y Parra desordenó un poco como para que parezca un robo y se llevó su teléfono y el de ella. Los aparatos nunca aparecieron. Se fue por el mismo lugar y allí se habría enganchado en el alambre. Dentro del departamento además de las huellas de los policías y del personal médico que ingresó para atenderla. No se encontraron más huellas que las de Parra y Agustina.
La defensa del acusado plantea situaciones que deberán ser analizadas y que podrían hacer caer toda la acusación. Es que el trozo de tela además de material genético de Parra tenía el de la policía que lo secuestró. Eso quiere decir que la prueba se contaminó en un mal procedimiento de Criminalística. Otro detalle en el que se apoya el abogado es que en las uñas de Agustina había ADN de un hombre que no es el petrolero. Ella intentó defenderse con sus manos. Su vecino no tenía ni un rasguño en su cuerpo.
Los 12 jurados escucharon las instrucciones iniciales que le servirán para evaluar todas las pruebas. Primero escucharan los alegatos de apertura que se transmitirán en vivo por YouTube. Luego de a uno pasarán los 115 testigos que plantearan lo que saben en relación al caso.
El final del juicio será con las instrucciones del juez Guillermo Baquero Lazcano, quien le planteará a las 6 mujeres y 6 hombres algunas pautas para definir si Parra es culpable o no.
Fuente: Medios