Neuquén, en el podio de la inseguridad a nivel nacional
La inseguridad como síntoma de una provincia rica para pocos.
La inseguridad se encuentra entre las principales preocupaciones de la ciudadanía argentina. Si tomamos las últimas tres décadas, su condición de problema central manifestado en los sondeos, fue superado por la inflación en algunos periodos, aunque nunca se bajó del podio. Desde mediados de la década del noventa hasta la fecha, la inseguridad ciudadana es un problema con el cual la sociedad se acostumbró a convivir y la política, en buena medida, ha sabido dilatar sin resolver.
Más allá de la inseguridad medida en términos de percepción, existen indicadores objetivos a través de los cuales interpelar el estado de situación. Es el caso, por ejemplo, de la "Tasa de homicidios dolosos" monitoreado por iniciativas internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), organizaciones nacionales tales como el Observatorio de Seguridad Ciudadana, y protocolos oficiales de medición como el Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC).
Según este último, la media nacional de "homicidios dolosos" reporta una tendencia a la baja desde el 2019 hasta la fecha. Sin embargo, la provincia de Neuquén manifiesta un crecimiento de casos en el mismo periodo y se ubica entre las jurisdicciones subnacionales con mayores índices objetivos de inseguridad. El último informe publicado por el SNIC, arroja 6,5 homicidios dolosos cada cien mil habitantes a la provincia durante el 2021, frente al 4,6 que promedia el país. El mismo informe, coloca a Neuquén como la tercera provincia con mayor tasa de homicidios dolosos de la república argentina, superada solo por Santa Fe (10,1) y Formosa (7,2).
Otros datos
Es llamativa también la tasa de robos y hurtos del mismo año cada. Con 1929,6 hechos reportados en 2021 cada 100 mil habitantes, Neuquén tiene la más alta tasa de robos del país y duplica con creces el promedio nacional. Le siguen CABA, con 1652,6; Córdoba con 1228,5 y Santa Fé con 1175,4. El promedio nacional es de 860,4.
Más allá de estos datos relevados, se debe tener en cuenta que los 56 tipos de delitos reportados no constituyen el total del universo de denucnias registradas. Se trata de los hechos presuntamente delictuosos reportados por las policías provinciales, y las fuerzas nacionales de seguridad. Sin embargo aun no monitoriean denuncias en otras instituciones tales como los Ministerios Públicos Fiscales. Es decir, las preocupantes cifras excluyen todavía hechos delictivos que agravarían más la situación.
¿Por qué sigue creciendo la inseguridad en Neuquén?
La pregunta invita a varias reflexiones. Entre ellas las obvias e ineludibles. Las políticas públicas en la materia durante los últimos años no estuvieron a la altura de las circunstancias. El crecimiento demográfico exponencial de una provincia rica en recursos y expectativas, exige un abordaje integral que trascienda los aislados llamados a licitaciones de nuevas cámaras, equipos y patrulleros. La lucha contra la inseguridad requiere inversión en personal e insumos, pero no nace ni se agota en la ejecución de esas partidas presupuestarias.
Cuando una política pública actúa sobre los síntomas, se reconoce a sí misma como tardía e ineficiente. Por ello, la ausencia de un diagnóstico adecuado, que entienda el problema en su dimensión multicausal, es imprescindible.
En Neuquén, 6 de cada 10 jóvenes abandonan sus estudios formales antes de finalizar el ciclo secundario. Lejos de entender este dato como parte de un problema importante, el gobierno reduce la discusión al acuerdo salarial anual en connivencia con cierta docilidad gremial. Más de la mitad de los jóvenes fuera del proceso de socialización que supone la escuela media, es el primer paso a la desintegración social y el crecimiento de la vida fuera de la ley.
Asociado al dato anterior, los niveles de pobreza que exhibe Neuquén, tampoco son asumidos por las autoridades provinciales como parte del problema. En una provincia rica en recursos, potencial faro del desarrollo nacional, el 37,2 por ciento de sus habitantes viven por debajo de la línea de pobreza. Otra vez por encima de la media nacional (36,5%). Un dato más que, asociado a las estadísticas educativas, entrega evidencia que un gobierno con vocación de resolver problemas no debería soslayar.
Por último. A la disgregación social que implican la pobreza y el desgranamiento escolar, hay que sumar la ausencia de incentivos para respetar la ley que sugieren algunos comportamientos oficiales. La corrupción, cuyo hito neuquino es el robo a los pobres ya precarizados por el clientelismo político a través de planes sociales, no es un aporte demasiado valioso a la difusión de buenos valores ni un incentivo a la "paz social". Tampoco la crisis carcelaria y la sensación de que nunca hay castigo para quienes delinquen.
Las aristas de la falta de seguridad son muchas. Se trata de asumir problemas, ordenar y jerarquizar razones, ejecutar políticas eficientes y trabajar en el mediano plazo. Requisitorias difíciles de cumplir por parte de un gobierno anquilosado y actor central de una provincia rica con mucha de su gente pobre, o con problemas de empleo.