Día Mundial del Libro
Cada año, el 23 de abril es un día para la literatura mundial. El objetivo es alentar a todos, en particular a los jóvenes, a descubrir el placer por la lectura y valorar las contribuciones de aquellos que han impulsado el progreso cultural de la humanidad.
Cada 23 de abril festejamos el DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO en conmemoración de la muerte de Miguel de Cervantes (1547-1616), William Shakespeare (1564-1616) y del Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616). Sería muy poético imaginar a los tres escritores morir el mismo día. Sin embargo, las tres defunciones no sucedieron un 23 de abril de 1616. Miguel de Cervantes murió el 22 de abril y el 23 fue enterrado. William Shakespeare murió el 23 de abril según el calendario juliano, todavía vigente en Inglaterra en ese momento, y por lo tanto diez días después (3 de mayo) según nuestro calendario gregoriano. El único que realmente murió el 23 de abril fue el Inca Garcilaso de la Vega.
Más allá de estas pequeñeces recordemos a esos tres genios que prolongaron los límites humanos de la imaginación, la memoria y el pensamiento. Y con ellos celebramos a todos los libros del mundo cuya belleza es tan apretada, tan concluida, tan severa, que nada nuestro puede insertarse en ellos. Su superficie compacta y lisa no nos ofrece resquicio alguno. Nos queda sólo la posibilidad de aquiescencia o de rechazo.
Los libros se convierten en nuestros mejores amigos cuando los silencios son ruidosos. Los libros son esa isla de tranquilidad desde la cual observamos la inmensidad del mundo. Los libros son anclas salvavidas en un mar de nada y mantienen los pies en el aire cuando la tormenta se desata y ningún lugar es seguro. Los libros son un pasaje de ida y vuelta, porque el viaje es maravilloso de hacer, pero volver a casa te hace sentir feliz con tu cotidianidad.
Leer libros nos hace mejores, nos hace soñar, pero también nos hace incluir las razones de los demás. Nos hace comprender, abre la mente, nos lleva a acoger la diversidad, nos hace sentir más locos y más enamorados. Los libros nos muestran otras vidas, nos llevan al extremo de la desigualdad, nos hacen sentir libres aun cuando estamos encadenados a otras historias. Leer no es diferente de vivir, completa la vida, la impulsa a buscar ese algo extra que a menudo falta.
La lectura se convierte en una razón para existir, obliga a las mentes más tortuosas a esperar el cambio, te muestra la infinidad de posibilidades que existen, nos aleja de la quietud. La lectura acumula belleza en el alma, sopla luz en la oscuridad de una mente oxidada y cobarde, ofrece emociones sin precedentes a un corazón reseco.
Hace unos años dediqué a mis libros un pequeño relato que a continuación les propongo:
ELLOS Y YO
Desde hace muchos años alguien habita en mi casa. No es uno, son varios. Ellos no saben nada de mí. Yo, al contrario, sé todo de ellos.
Ellos no conocen mi nombre, quién soy, de dónde vengo, a dónde voy. Sin embargo, yo conozco todos sus nombres, sé cuándo y por qué vinieron a mi casa y cuándo y por qué deberán irse.
Ellos no me piden nada, no hacen ruido, ni hablan cuando necesito silencio, no ocupan el baño, no demandan gastos, ni se desvelan por caprichos vanos. Yo les permito que ocupen mi casa y que la invadan en todos sus rincones.
Huelen muy bien y a medida que el tiempo pasa su perfume es más intenso, penetrante y familiar.
En las noches de insomnio, me levanto, los miro y sé que alguno de ellos me devolverá al sueño. En los momentos de dolor y soledad, los busco y sé que alguno de ellos me sacará de ese lugar opaco y gris.
¿Pero cómo pueden ellos no saber nada de mí, cuando tantas veces me han acompañado en mis viajes, en la sala de un hospital, en mi dormitorio o en mi balcón, durante el calor del verano o el frío del invierno? ¿Cómo pueden ellos no saber nada de mí, si tantas veces me han susurrado al oído lo que debía hacer o decir? ¿Cómo pueden ellos no saber nada de mí, si precisamente ellos fueron moldeando a su antojo quien soy y pienso?
Hay algo que me consuela: ellos y yo envejecemos al mismo tiempo. Su aspecto y color cambia con los días, los meses y los años. Pero ellos no conocen el significado de la palabra muerte. Yo, sí. Ellos solo conocen el significado del abandono y del olvido. A mí, nadie podrá librarme de la muerte. Pero a ellos, tal vez alguien que no sea yo, podrá salvarlos para su bien y el de todos, del abandono y del olvido.
Nelson Salvati