El viaje de Javier Milei a Estados Unidos y la lograda foto junto al presidente norteamericano Donald Trump arrojó un tendal de certezas y especulaciones. Entre las primeras se encuentra la necesidad desesperada de revertir un clima preelectoral que se inició en las elecciones provinciales previas – en especial en la Provincia de Buenos Aires – y que dejó al oficialismo nacional el sinsabor premonitorio de la debilidad institucional y política con la cual deberá enfrentar sus dos últimos años de gestión. A la pérdida de autoridad moral frente la casta tras el caso Spagnuolo que el presidente intenta diluir con indiferencia, se sumaron los desequilibrios macroeconómicos. El gobierno nacional pasó de jactarse de su condición de primer gobierno libertario en el mundo, a reconocerse en los hechos como el primer gobierno libertario interventor de la economía. Una contradicción en los términos que solo la coyuntura política desfavorable ayuda a explicar.
Por esa original vía, la casa rosada dictó una serie de medidas de salvataje para contener el tipo de cambio hasta el próximo 26 de octubre. Entre otras, llevó a cero por ciento las retenciones para buena parte de los productos agropecuarios de exportación. Una promo que el campo aprovechó para liquidar en cuarenta y ocho horas más de siete mil millones de dólares. Una bocanada de oxígeno para las cuentas públicas que llegó con un nuevo costo político. El presidente de la Sociedad Rural Argentina hizo pública la disconformidad del sector con la medida: “muchos productores quedaron afuera, el ánimo nos duró poquito”, sentenció el titular de la entidad Nicolás Pino.
Sobre mojado, el Banco Central dispuso la obligación para los compradores de dólares en el Mercado Único y Libre de Cambios, de firmar una declaración jurada para “no concertar, de manera directa o indirecta o por cuenta y orden de terceros, compras de títulos valores con liquidación en moneda extranjera durante los próximo noventa días”. El retorno del Cepo cambiario que parecía superado por el modelo económico nacional se sumó así a las fintas políticas y económicas que ensaya a prueba y error el gobierno para “llegar más o menos armado a las elecciones de octubre”.
Los gobernadores…
Salvo raras excepciones de mandatarios aliados, el pleno de gobernadores parece decidido a esquivar cualquier acercamiento con el gobierno nacional. No es para menos. Hasta hace pocos días, los líderes provinciales eran tratados por el presiente como “el último residuo de la casta corrupta”. Y más allá de las formas, reciben poco y nada de un gobierno central retirado de todas las erogaciones que supieron formar parte del reparto de recursos federales hacia los Estados provinciales y municipales. No hay conveniencia alguna que incentive a la tardía construcción de consensos ante un presidente que “es mancha”, tal como reza la lúdica metáfora utilizada en la jerga política para describir a los dirigentes a quienes no vale la pena acercarse.
Esta semana, con el gobernador rionegrino Alberto Weretilneck como anfitrión, siete mandatarios provinciales se reunieron en Bariloche. Sadir (Jujuy), Sáenz (Salta), Ziliotto(La Pampa), Orrego (San Juan), Passalacqua (Misiones) y la vicegobernadora de La Rioja Teresita Madera, fueron parte del encuentro. El marco lo brindó el Foro Iberoamericano de Garantías, aunque el positivo propósito del encuentro pasó a un segundo plano ante las especulaciones políticas que la reunión de mandatarios permite. El mensaje de los dirigentes provinciales fue claro. Cualquier encuentro con vistas a reconstruir la relación con el gobierno nacional deberá, en principio, esperar para después de las elecciones.
Una campaña difícil para los candidatos libertarios…
En este contexto, los candidatos libertarios en las provincias acarrean un desafío por demás complicado. Lanzados a la pulseada electoral, la expectativa originaria de nutrirse del derrame positivo que irradiaría la figura del presidente Milei perdió fuerza. Quienes ocupan lugares en las nóminas libertarias se ven obligados a reformular sus discursos. La prédica positiva y animada que diera origen a sus candidaturas devino en la necesidad permanente de dar explicaciones sobre la coyuntura macroeconómica, los elocuentes casos de corrupción que rodean a la mesa chica libertaria y los giros intempestivos que el ministerio de economía de la nación ensaya día a día. Es un momento delicado para ofrecer desde la tarima los beneficios de un modelo cargado de signos de interrogación.
Mientras tanto, las opciones desprendidas de la grieta nacional avanzan casi sin resistencia. En Neuquén, esta semana La Neuquinidad, realizó un acto en el Tiro Federal de Zapala. Una demostración de fuerza a la vieja usanza que aglutinó a militantes, intendentes y referentes de toda la provincia. La defensa de los intereses provinciales, la neuquinidad como forma de vida y los resultados tangibles que la gestión Figueroa exhibe en boca de cada uno de sus candidatos, se nutre de aciertos propios y errores ajenos. La idea de una fuerte polarización entre el modelo neuquino y el modelo nacional parece una especulación hoy desdibujada. Por lo menos hasta ahora, la campaña remite más a un soliloquio de la coalición provincial. Coalición que por momentos parece hasta extrañar interlocutores válidos en la vereda de enfrente para lucir el contraste.
Es temprano. Falta un mes para el día en el cual la boleta única en papel debute y los ciudadanos acudan a las urnas. Las grandes mayorías del común no están involucradas en el proceso electoral que se avecina. Durante el mes de octubre, la curiosidad del electorado sumará nuevas especulaciones ante la elección cuyo resultado torneará el mapa político de cara al a las presidenciales 2027.
Por: Santiago Montórfano







