Los aportes del "progresismo" a la victoria de Milei
Por primera vez desde el proceso de transición democrática, el liberalismo llega a la argentina a cara lavada y sin embustes. No hizo falta la "revolución productiva y el salariazo" que el menemismo utilizó como vehículo discursivo para vestirse de seda. No resignó consignas privatizadoras como lo hiciera Mauricio Macri de cara a su propio ballotage echando mano al gradualismo. Esta vez, las máximas de la libertad se presentaron francas, directas y hasta exageradas. Más de la mitad de los argentinos las eligieron. El liberalismo se mostró sin disimulo y alcanzó la presidencia. Es el original dato que el triunfo de Milei le inscribe a la historia reciente de nuestro país. Comienza un gobierno liberal-libertario legitimado y hasta celebrado en las urnas por 14 millones de argentinos.
Si el simpático personaje mediático comenzó "cayendo bien" en pequeños círculos de jóvenes académicos liberales, su incipiente base de sustentación trascendió esa frontera para alcanzar a grandes mayorías. Portadoras de la bronca, sin mucha conciencia ni demasiado interés en los detalles teóricos del contractualismo liberal, encontraron en Javier Milei el desahogo frente a los años de desidia, extravío y ausencia de empatía popular del peronismo en degradé. El principal aporte al retorno liberal provino de la tozuda ausencia de autocrítica de la centroizquierda en el poder. Los ánimos revisionistas no se harán esperar. El "progresismo" que lideró la política nacional en las últimas dos décadas se debe una profunda reflexión. Por lo menos, si pretende devolver a su nombre aquella identidad inequívoca que permita volver a escribirlo sin ponerlo entre comillas.
Algunos aportes del oficialismo a la victoria de Mieli
Rebelión en la granja
Salvando las distancias claro. Algo parecida a la denuncia que la fábula de Orwell hacía sobre los regímenes totalitarios, la coyuntura actual interpela al "progresismo" argentino que desdibujó su esencia. Los "derechos para todos" contrastaron cada vez más con los "privilegios para pocos". El tridente: dirigencia política- autocracia sindical-empresariado prebendario, administrando para sí la caja del Estado, alcanzó tal grado de evidencia que solo hizo falta ponerle un nombre: la casta. Alcanzó para que millones de argentinos encuentren como llamar al proceso de corrupción estructural que la política intenta disimular hace tantos años. La administración fraudulenta no es privativa de gobiernos progresistas, pero la desfachatez no debería formar parte de las máximas de su doctrina.
El clientelismo político y los dirigentes sin dirigidos
El proselitismo "chapa por voto" siempre tuvo mala prensa, aunque su eficacia alcanzó alguna vez el grado de incuestionable. Esta vez, el obsceno desparramo de clientelismo institucionalizado que el oficialismo ensayó durante los meses pos-PASO devino insuficiente. Tal vez tanto como la intención de muchos gobernadores en las provincias, cuyos intentos de direccionar la voluntad de sus seguidores simplemente no alcanzaron el nivel deseado. La libertad de acción frente a las urnas es un dato que se consolidad en las democracias contemporáneas y los dirigentes necesitan adaptarse a la volatilidad, por definición coyuntural, de su poder de mando. El progresismo debería ser más que personalismos, acuerdos de cúpula y reparto de dinero.
La tozudez frente a la inseguridad
Solo superada por el crecimiento de los precios en góndola, la inseguridad es la preocupación más importante de los argentinos. Absolutamente todos los sondeos de opinión certifican el dato. La concepción culposa que el "progresismo" imprime al tratamiento de la delincuencia, es una limitante que impide cualquier nuevo paradigma en el abordaje de un problema omnipresente en la vida cotidiana. Encontrar contradicción entre el ejercicio del poder de policía y la inclusión social, es una sesgada interpretación del rol del Estado. Se trata de un sendero conceptual angosto que el progresismo debe revisar para evitar contradicciones innecesarias en la búsqueda de un orden social que ofrezca algo más que buenas intenciones.
El modelo económico extraviado
Tal vez, ninguno de los factores anteriores son determinantes cuando la economía acompaña. No es el caso. Los últimos cuatro años de gobierno se desvanecieron en indefiniciones sobre el modelo económico a seguir. Desde el fallido intento de la expropiación de Vicentin, hasta el propio acuerdo con el fondo monetario internacional, desnudaron pujas internas en torno al rumbo que debía seguir la economía argentina. Ni expansionismo ni austeridad. La colección de excusas de "la pesada herencia", la pandemia, la guerra y la sequía, estuvo lejos de soslayar fenómenos cotidianos mucho menos abstractos y difíciles de mediar con explicaciones teóricas. Inflación, crecimiento de la pobreza, aumento de la indigencia, presión impositiva, mal-gasto público y ausencia total de horizontes claros, se hicieron sencillamente indisimulables. La indefinición del modelo fue tal, que el discurso de campaña del propio oficialismo se escribió sobre una hoja casi en blanco. Más allá de los intentos moderadores de la situación, el rumbo económico debería ser parte de la esencia más nítida del progresismo, no lo fue. Inclusión, distribución, movilidad social ascendente, igualdad, pleno empleo, redistribución del ingreso. El decálogo completo de supuestos progresistas se deshilachó en algunos anuncios aislados más provistos de marketing que de realidad. La distancia entre la proclama de derechos y su efectivo cumplimiento creció sin pausa durante el último gobierno.
El fenómeno Milei puede inaugurar un largo ciclo de transformación. Puede en cambio agotar su periplo en un fugaz reparto de good business disfrazados de "reformas de primera generación". Puede transcurrir el largo plazo o reducirse a un período gubernamental corto a lo Donald Trump, Jair Bolsonaro o el propio Mauricio Macri. Dependerá en parte de las capacidades del nuevo gobierno para mantener alimentadas las expectativas que supo generar. Pero ningún escenario será favorable a la reconstrucción de la centroizquierda sin un repaso sincero de su actual condición: un gran aportante al retorno liberal.